La vida es aquello que pasa delante de nosotros mientras giramos.
Sobre nosotros mismos, pasando los días.
Y alrededor del sol, pasando los años.
Giros y más giros. Vueltas y más vueltas.
Pienso que no somos conscientes de estos movimientos. Nuestras vidas, el día a día, está tan cargado de actividades, que el tiempo pasa entre nuestros dedos, sin detenerse ni un sólo instante.
Cuantas veces habremos dicho que el tiempo pasa volando. No nos damos cuenta y ya ha pasado el día, la semana, el mes...
Trabajo, familia, amig@s, hij@s, obligaciones varias... Fracciones de tiempo repletas de actividades porque sino puedes no resultar interesante. Ayer, sin ir más lejos, hablando con una amiga le comentaba que mi día había sido tranquilo. Y esa afirmación era cierta. De vez en cuando necesito tomarme un día así. Necesito un respiro, tomar aliento. Necesito tomar perspectiva que me permita ver mi posición en ese momento y reflexionar sobre el rumbo elegido. Puesto que como le contesté a esa buena amiga, en tono de broma, tranquilidad y yo, no es que seamos sinónimos precisamente.
Así pues, para mí,la vida es aquello que nos pasa por delante, mientras giramos sin parar.
Cada día cuando el sol se pone y la oscuridad poco a poco lo va envolviendo todo, llega el momento de ir poniendo fin a nuestras actividades y prepararnos para sumirnos en el mundo de los sueños, de nuestros sueños.
Las luces se apagan.
El silencio inunda el espacio que te rodea.
La soledad se adueña de tu interior.
Tranquilidad, felicidad.
Cierras los ojos.
Te sumerges en tu mundo.
Dejas volar tu imaginación.
Y mientras tanto agradeces la posibilidad que te ha sido otorgada de haber podido vivir un día más.
Y ahora, mientras la oscuridad lo envuelve todo, te preguntas si existirá un nuevo mañana.
Un mañana en el que tus piezas vayan encajando en ese puzzle maravilloso que es tu vida.
Un manto de estrellas cubre tu piel.
La luna te arropa, te abraza, te susurra preciosas historias de lejanos países, de otras vidas, de otros tiempos.
El viento, sopla ligero y se lleva consigo la capa de nubes que poco a poco se han interpuesto entre las estrellas y tú.
De nuevo su brillo te ilumina, te reconforta, te relaja.
Ahora, eres tú la que le hablas a la luna. La que le cuentas tus historias, tus sueños, tus deseos.
Te sientes protegida bajo ese inmenso manto de estrellas.
La otra noche, mientras conducíamos de vuelta a casa, la luna creciente brillaba en el cielo acompañada de las estrellas.
Silencio. Oscuridad.
Nadie en la carretera. Nadie en las calles de los pueblos por los que vamos pasando.
Y de repente, sin esperarlo, un gato negro atraviesa la carretera de forma tranquila. Nos mira y sigue su camino.
Nosotr@s continuamos el nuestro. Y al cabo de un rato, casi cuando llegábamos a nuestro destino. Otro gato negro, aparece en nuestra ruta, intensa y breve mirada, para después perderse en la oscuridad de la noche.
Curiosas apariciones en la noche. Interesantes sensaciones.
