Cerró los ojos, suspiró y dejó que la luna la envolviera con su luz, mientras repasaba mentalmente, lo que había sido su día.
¿Te gusta la soledad?, le habían preguntado, esa misma mañana. A lo que ella, sin dudar, respondió que sí. Fue una respuesta rápida, sincera, decidida. Ella amaba la soledad. Con el paso del tiempo, había encontrado en ella, a una fiel aliada.
Momentos de introspección, de reflexión, de autoconocimiento. Pequeñas licencias, que hasta entonces no se había permitido.
Silencio, soledad, suspiros.
Paz, tranquilidad, sosiego.
Felicidad, amor, seguridad.
Y un intenso brillo en sus ojos, que hacía que hasta la más profunda oscuridad se rindiera ante ellos.