Justamente ayer, le conté cuales eran mi flor y mi espina en estos días.
La flor, es ver que alguien a quien aprecias muchísimo, ha superado mil y una adversidades, hasta convertirse en un ejemplo de tesón, fuerza de voluntad, optimismo y alegría. Y le deseas que llegue a lo más alto, con el proyecto que tiene ahora entre sus manos.
La espina, por otro lado, es que el binomio vida y muerte están presentes en nuestro día a día. En ocasiones, parece que nos olvidamos de ello, pero ya se encargan ellas de recordarnos que ambas van cogidas de la mano. La muerte de alguien cercano siempre duele. Cuando esto ocurre, llegan a tu mente miles de imágenes de momentos lejanos en el tiempo, pero que forman parte de tu vida. Tus recuerdos. Tus fotografías mentales. Tu historia.
Vida y muerte caminan de la mano. Contándose sus confidencias. Haciendo sus planes sin contar con nosotr@s. Ellas dos deciden cómo y cuándo. No nos preguntan a nadie sobre la idoneidad del momento. Por eso pienso que la vida hay que vivirla con la conciencia tranquila, con el corazón en paz, sin mentiras, sin engaños, sin rencores. Porque desconocemos por completo tanto la ruta a seguir, como el destino final.
"Hay trenes en los que hay que subir con la certeza de que el único riesgo sería no haberlo hecho"