lunes, 25 de abril de 2016

Una vida para leer


Uno de mis pequeños placeres es la lectura. Siempre digo que necesito otra vida para leer. Me encanta perderme en una librería. Me gusta  esa sensación de perder la noción del tiempo; mirando libros, buscando el elegido. Aquel que pasará a formar parte de tus sueños durante unos días, durante unas semanas. 
A lo largo de mi vida me habré leído cientos de libros. Cientos de historias que me han enseñado países lejanos; personajes con los que he llorado, con los que me he enojado. Personajes que han sacado lo peor de mí. Y personajes que me han ayudado a ser mejor persona. Historias que me han transportado a tiempos pasados. Siempre me ha gustado pasear por las calles de una ciudad, sin saber donde ir, y de repente encontrarme con una librería, entrar y... dejar que pase el tiempo. Buscando, ojeando, leyendo, eligiendo... percibiendo el olor a papel, ese olor tan especial, que sólo encuentras en las librerías, en las bibliotecas. 
En la cabecera de mi cama, tengo unos cuantos libros empezados. Todos ellos de temáticas distintas, pero todos especiales. En la estantería de la sala, hay unos cuantos esperándome para acompañarme en algún momento no muy lejano. Y en la recámara de mi mente... tengo otros tantos esperando a que me decida a ir a por ellos... Sólo necesito una vida para leer. Una vida para seguir aprendiendo. Una vida para seguir dejando volar mi imaginación. 

sábado, 23 de abril de 2016

Y de repente... despiertas

Y de repente despiertas. Te das cuenta que llevabas mucho tiempo sumida en un profundo letargo. En un profundo sueño del que no sabías como despertar. Pero, poco a poco, consigues ir abriendo los ojos. Hasta que por fin los abres definitivamente y consigues activarte de nuevo y comenzar a hacer de nuevo tu camino. 
Voy dando pasos en mi proceso de crecimiento personal. Y para ello no olvido todo lo que he vivido, bueno y no tan bueno. Me doy cuenta de que soy una persona positiva, que procuro ver el lado positivo de las cosas. Que soy vulnerable. Que soy transparente. Que no tengo dobleces. Que si tengo un buen día, se nota. Y que si lo tengo malo... también. Que la gente me aprecia y me valora por lo que soy, por como soy.
Esta semana, en el trabajo, una persona me dijo que la gente le había hablado muy bien de mí, de mi forma de trabajar, de mi forma de ser y de hacer. Esa soy yo; así soy yo. Por donde he pasado, siempre he dejado una pequeñita huella. Siempre he dicho que una parte de mí se queda en cada persona con la que he trabajado. He pensado porqué me pasa esto, y creo que el secreto radica en que la humildad es mi sello de identidad. 
Ahora, me he despertado. Soy capaz de ver. Soy capaz de analizar, reflexionar y meditar. Estoy creciendo como mujer, como persona, como madre. Sigo aprendiendo cada día. Y sigo aprendiendo de todas las personas que me rodean, sin importarme su procedencia, su titulación... simplemente escucho y aprendo. Y eso siempre ha sido así, siempre me ha enriquecido, porqué ahora en este momento, va a ser diferente?.




lunes, 18 de abril de 2016

Heidi versus Brave





Siendo una niña, siempre soñaba con ser pirata, mosquetera, guerrera... en fín, que no me veía precisamente como una princesa de cuento, paciente y tranquila. Siempre me imaginaba luchando contra las injusticias y defendiendo a aquell@s que lo necesitaran. Ahora, que estoy analizando mi forma de ser y de actuar, veo que esto ha sido una constante a lo largo de mi existencia, si bien es cierto, que no voy por la calle con una espada, o un arco y unas flechas... pero la entrega y la conexión con las personas siempre ha sido una de mis líneas de acción. Normalmente, se me dan bien las relaciones sociales. Me resulta sencillo conectar con las personas. No tengo que hacer nada especial, la gente se acerca a mí y me cuentan cosas. Quizás por eso, en este momento de mi vida, siento que ese apoyo y esa comprensión, que yo he podido ofrecer en ciertos momentos, ahora me viene de vuelta. Hace unos días, alguien me dijo que tengo una forma de ser que hace que la gente me aprecie, me quiera, sin más, porque transmito bondad. Esa bondad, es la que viene de mi pequeña Heidi interior. Esa inocencia de mi niña interior, hace que sea confiada; confío en la gente; confío en la bondad de las personas; confío en que sean como yo; como un cristal, transparentes, sin maldad, sin mentiras...
Pero, en estos meses, en los que estoy revisándome interiormente para seguir creciendo como persona, me he hecho consciente de que el ser así, el ser tan confiada, tan transparente, me ha ocasionado decepción, desilusión y dolor, mucho dolor. Es difícil cambiar la forma de ser de repente, sobre todo cuando tienes 45 años. Además no creo que acabar con mi niña interior, sea la solución. En cambio, me propuse hace unas semanas, retomar ese sueño de infancia; aprender a usar ese arco y esas flechas (siempre en el sentido figurado) para impedir que vuelvan a dañar mi interior. 
Heidi versus Brave.
 





viernes, 8 de abril de 2016

Lo efímero de la vida

De vez en cuando la vida se encarga de darnos una sacudida para que nos hagamos conscientes de que aquí estamos sólo de paso. Llegamos a este mundo de prestado, por un tiempo, y ningun@ sabemos de cuanto tiempo disponemos. A lo largo de nuestras vidas, nos vamos encontrando con personas, algunas se quedan con nosotr@s para siempre, otr@s pasan de puntillas, otr@s lo hacen por un espacio de tiempo determinado. Pero, tod@s nos aportan algo.  
En estos días, se han activado dentro de mí una serie de mecanismos que han hecho que me pare a pensar sobre lo efímero de la vida. Sobre lo insignificante que puede ser cualquier problema, ante el hecho de la muerte. Durante mucho tiempo, este fue un tema complicado de abordar para mí. A pesar, de tratarse de algo natural, algo que forma parte del ciclo de la vida. 
Ahora estamos, en un rato no lo sabemos. 
Hoy, sí; pero... ¿y mañana?. 
Es algo que tiene que llegar. Pero, aun siendo así, nunca estamos preparados para afrontar este momento. 
Todo, parece ser más sencillo, si se trata de alguien longevo; alguien que ya ha recorrido un largo camino entre nosotros. Lo complicado llega, cuando la muerte nos sorprende llevándose a alguien joven, alguien al que recuerdas llen@ vitalidad, optimismo y energía. 
Siempre he pensado que no nos preparan para este momento. No nos enseñan como enfrentarnos a la pérdida, no nos enseñan a saber pasar un duelo. Recuerdo, que en dónde yo me crié, cuando alguien allegado moría, la familia, tenía un año de duelo, un año de luto; tiempo en el cual todo se volvía negro. A menudo me preguntaba porqué. ¿ Porqué un año?, ¿porqué vestir de negro?, ¿porqué?...
La tristeza por la pérdida de alguien se lleva dentro, en lo más profundo de nuestro interior, y duele. Duele mucho. Y ese dolor no tiene una fecha de caducidad determinada. Y tienes que aprender a vivir con ese dolor, hacerlo tuyo, sentirlo, dejar que te toque en lo más profundo de tu ser, para que al final ese dolor, deje de ser lo que es y se convierta en algo bueno, en algo positivo, en algo que te de fuerzas para seguir adelante, para seguir con tu día a día, con tu camino. Ese camino que te lleva hacia donde tú quieres que te lleve. A donde tú quieres llegar.