El sol todavía remolonea detrás de las montañas, mientras las estrellas y la luna se cubren con una densa colcha de nubes. Una vez finalizado su trabajo de iluminar la noche, se preparan para su merecido descanso; mañana será otra noche.
Enormes torres emergen delante de ella. Gigantes que iluminan el camino. Tambores llenando el espacio que la envuelve.
Un hogar y un paisaje, como dice la canción. Esa que habla de tierras lejanas y de la gente de recio carácter que las habita. Esa que le hace cerrar los ojos y soñar. Lleva un tiempo sintiendo cosquillas en los pies y en el corazón. Las alas que surgieron de sus cicatrices, se han ido fortaleciendo y pronto estarán listas para llevar a cabo su cometido. Su fuerza interior es difícil de aplacar. Lo ha intentado en numerosas ocasiones, pero sabe que eso nunca acaba bien. Es como encerrar a un pájaro en una jaula, a un pez, en una pecera. Nunca le han gustado los barrotes, ni los techos de cristal. En cuanto siente que algo la retiene, en su interior comienza a germinar un ligero hormigueo que poco a poco va creciendo, hasta convertirse en algo similar a un tornado. Es entonces cuando ella despliega sus alas y vuela lejos en busca de ese hogar y ese paisaje.