viernes, 27 de noviembre de 2020

Un hogar y un paisaje

El sol todavía remolonea detrás de las montañas, mientras las estrellas y la luna se cubren con una densa colcha de nubes. Una vez finalizado su trabajo de iluminar la noche, se preparan para su merecido descanso; mañana será otra noche. 
Enormes torres emergen delante de ella. Gigantes que iluminan el camino. Tambores llenando el espacio que la envuelve. 
Un hogar y un paisaje, como dice la canción. Esa que habla de tierras lejanas y de la gente de recio carácter que las habita. Esa que le hace cerrar los ojos y soñar. Lleva un tiempo sintiendo cosquillas en los pies y en el corazón. Las alas que surgieron de sus cicatrices, se han ido fortaleciendo y pronto estarán listas para llevar a cabo su cometido. Su fuerza interior es difícil de aplacar. Lo ha intentado en numerosas ocasiones, pero sabe que eso nunca acaba bien. Es como encerrar a un pájaro en una jaula, a un pez, en una pecera. Nunca le han gustado los barrotes, ni los techos de cristal. En cuanto siente que algo la retiene, en su interior comienza a germinar un ligero hormigueo que poco a poco va creciendo, hasta convertirse en algo similar a un tornado. Es entonces cuando ella despliega sus alas y vuela lejos en busca de ese hogar y ese paisaje. 


sábado, 21 de noviembre de 2020

En tan solo un suspiro

Sábado diferente. Te levantas temprano. No has dormido tan apenas. No es algo extraño, puesto que es la tónica habitual en las últimas semanas. 
Noches de ansiedad. Amaneceres en los que cuesta ponerse en marcha. 
Realmente, no es un día especial. O quizás sí. No lo sé. 
Lo interesante de estar todavía en este plano, es que cada día puede venir cargado de sorpresas. 
Las emociones están a flor de piel. 
Es un año tan extraño. Está a punto de terminar. Sólo queda un suspiro. Y en la mente de todos, está el deseo de que termine pronto. 
Es un año en el que la factura psicológica será elevada. Al inicio de esta situación pandémica, tenía esperanzas de que aprendiéramos algo como sociedad. De que nos planteáramos cambios, tanto a nivel individual como a nivel comunitario. Pero, no. Eso no va a suceder. O al menos, no tal y como yo deseaba. En lugar de trabajarnos temas a nivel personal, para conseguir mejorar como colectividad, el individualismo ha aumentado a nivel exponencial. Sea lo que sea lo que está pasando; sea cual sea el origen, ha conseguido polarizarnos todavía más. 
Durante estos últimos meses, nuevos conceptos han aparecido en nuestra vida cotidiana: distanciamiento social, geles hidro alcohólicos, mascarillas varias... Conceptos como positivo y negativo, han intercambiado su significado. Una paradoja cotidiana; pero que está presente en nuestro día a día. 
Personas que van y vienen. Decisiones importantes que se deben tomar. Repentinos cambios de rumbo. Acondicionando las velas para aprovechar el viento. 
Preguntas y más preguntas que llegan a mi mente. Imposible encontrar respuesta para todas; tampoco es lo que deseo. A lo largo de los años, he aprendido a vivir sin tener todas las respuestas. En ocasiones pienso que es mucho mejor así. Al menos para mí.
Me ha costado bastante tiempo el poder alcanzar el estado en el que me encuentro ahora. Me siento afortunada; muy afortunada, incluso en estos momentos de pandemia en los que no puedo estar cerca de mis seres queridos. Abrazos reducidos a la mínima expresión. 
Ahora que sólo queda un suspiro para que este año termine, nuevos deseos deberían estar germinando en nuestro interior. Deseos que deberían ser formulados en la última noche del año. Proyectos, planes, ilusiones... que en estos tiempos pandémicos, hemos aprendido a aplazar. Sueños a corto plazo. Reiniciando actividades en esta nueva realidad. Organizando ideas para cuando llegue el momento de tomar ciertas  decisiones. Revisando las velas del barco, para cuando haya que zarpar hacia nuevos destinos. Releyendo las páginas del libro de mi vida, para evitar cometer los mismos errores. El camino sigue hacia adelante; cada momento, cada instante, cada ahora, eso es lo verdaderamente importante. El amor que has dado y has recibido hasta ahora. El que das y recibes en este momento. Y si el viento es favorable, todo lo que está por llegar. 
Etapas que terminan y otras que comienzan, en tan sólo un suspiro.  


jueves, 23 de julio de 2020

Sólidos muros por derrumbar

Después de numerosas semanas repletas de noches con pesadillas, sin conseguir conciliar un sueño reparador, te levantas y tomas consciencia de que a lo largo de estos últimos años has construido un enorme muro de hormigón a tu alrededor. Nada, ni nadie puede atravesarlo; y mucho menos saltarlo. 
Eres incapaz de concentrarte en nada de lo que haces, desde hace muchísimo tiempo. El brillo de tus ojos se ha ido apagando.  Hoy, las lágrimas vuelven a hacer acto de aparición. No puedes controlarlas. No puedes continuar por este camino. Debes de buscar una salida para derrumbar este muro gris que cada día se va haciendo más y más grande. Tú no eres así. El gris nunca ha sido tu color. Y nunca te han gustado los muros que impiden ver todo lo que te rodea. 
Cada día al levantarte y justo antes de acostarte das gracias por todo. Das gracias por la amistad, por el cariño de tus seres queridos, de tu hijo, por la compañía de todos aquellos que forman tu círculo más íntimo. Y también por tod@s l@s que se han ido cruzando en tu camino, bien para quedarse, bien para ser actores de breves instantes, bien para estar tan sólo por un espacio de tiempo.
Enseñanzas aprendidas a lo largo de todos estos años. Poder echar la vista atrás y ver todo lo que has vivido. Saber con certeza que a pesar de la distancia hay personas que te quieren y a las que quieres; personas que siempre estarán allí, a tu lado, y tú estarás al suyo. 
Agradezco todo esto y más. Agradezco lo que he vivido. Y agradezco lo que me queda por vivir.
Ha llegado el momento de volver a  ser tú, con tu naturalidad, tu malas contestaciones, tus enfados, tus miedos, tus inseguridades, tu carácter... Pero también con tu sonrisa, tu amor, tu empatía, tu capacidad de transmitir, tu felicidad. 
Tienes que ver de dónde vas a sacar las fuerzas para derribar ese sólido muro. Es un trabajo que lo tienes que hacer tú sola. Lo debes hacer de dentro hacia fuera. De esta forma no te aplastará al caer. Y hay que hacerlo con delicadeza para no herir a nadie en el proceso. 
Será una tarea minuciosa, pero el resultado valdrá la pena. Cuando consigas hacer las primeras grietas en ese muro y la luz del sol se cuele por ellas, volverás a brillar y será entonces cuando la reacción en cadena comience y ese sólido muro se derrumbe. 

"No tiene sentido dejar los sueños juntando polvo, como si de viejos libros en un estante, se trataran"

sábado, 13 de junio de 2020

Abrazos en un cajón

Era una mañana de esas de finales de invierno. Esas en las que todavía el frío se deja notar y al despertarte decides acurrucarte cinco minutos más entre las sábanas. Es fin de semana y no tienes ninguna urgencia para salir de casa. El tiempo se ha detenido. Y las prisas han desaparecido. 
En este pequeño rincón del mundo, te sientes tranquila. Dejas volar a tu mente tan lejos como ella quiera. Te imaginas conversaciones con tus seres queridos, con esa amiga que está lejos; un café de los que arreglan el mundo los sábados por la mañana; o tomando unas cañas mirando el mar... 
Con el paso del tiempo la soledad se ha ido convirtiendo en una buena compañera de viaje, así que no resultará tan complicado convivir con ella durante estas semanas de confinamiento. Podrás aprovechar para contarle tus miedos, tus preocupaciones, tus sueños, tus ilusiones, tus deseos...
Dejarás volar tu imaginación hasta el punto al que ella quiera llegar. 
Ha llegado el momento de guardar los abrazos en un cajón. Junto a ellos colocarás besos y caricias. Hay que guardarlos con delicadeza y cariño, hasta que se puedan volver a regalar. Con un abrazo se puede decir tanto sin necesidad de palabras. 
Recuerdas esos abrazos especiales. Esos que se dan sin prisa, que expresan cariño, amistad y que te dicen que todo irá bien, que tu puedes con todo eso y mucho más; esos que te dabas con una persona muy especial justo antes de empezar vuestra jornada laboral y que tenían un efecto mucho mejor que el de un café. 
Los doblas con cariño, les echas un vistazo y suspiras antes de cerrar el cajón de los abrazos. 

martes, 9 de junio de 2020

Un día extraño

Llevas varias noches en las que conciliar el sueño te resulta complicado. Martes. La primavera va y viene. El verano parece asomar por el resquicio de la puerta. Los días raros se suceden uno tras otro. Son muchos ya. La nueva rutina empieza a pesar. No te gusta. Tampoco se puede decir que la anterior si que te gustara. Lo cierto es que las rutinas nunca han sido de tu agrado.
Día extraño. Día triste. Revisas las noticias y nada nuevo: reproches, muertes, suposiciones, instigaciones, críticas... Ese rayo de luz que al principio de esta situación creías que podría iluminar a la sociedad y guiarla hacia un cambio de paradigma, brilla con muy poca intensidad porque parece que nadie lo ve; o tal vez, nadie lo quiere mirar porque resulta más sencillo caminar en la penumbra; y seguir caminando por la senda marcada. 
Y de repente, lees una frase. Tu corazón da un vuelco. Las lágrimas inundan tus ojos. Recuerdos que llegan a tu mente, canciones, entrevistas, conciertos, sueños... decisiones. Te has ido. La vida en este plano se ha terminado para tí. Creo firmemente en que allá donde vayas llevarás tu energía y tu positividad. Una estrella más brillará desde hoy en el firmamento. La vida es así, viene y se va. Cómo bien decías: vivir es urgente. Aprovechar cada minuto, cada segundo. Pasar por este plano haciéndolo lo mejor posible. Aportando tu grano de arena. Iluminando. Intentando ser mejor persona cada día. La oscuridad te envolverá en ocasiones. La tristeza te inundará. Tropezarás con una o varias piedras. 
En este día que empezó extraño, las ideas fluyen de la misma forma. No consigues ordenarlas, ni darles forma; y tampoco te apetece. Decides dejarlas así, sin orden, sin conexión. Libres. Te calzas tus zapatillas y sales a caminar. 

domingo, 10 de mayo de 2020

Reflexiones, segunda parte.

Y un buen día la humanidad se para.
La naturaleza recupera su lugar en el mundo.
Música que alegra las tardes de confinamiento.
Tiempo para reflexionar.
Introspección.
Miles de preguntas. ¿Qué saldrá de esta situación?. ¿Cambiará la especie humana?. ¿Cambiarán nuestro hábitos?
Fantasmas de la Navidad que vienen a visitarnos, para hacernos mirar hacia atrás, para hacernos mirar en nuestro interior.
Nuestr@s abuel@s vivieron situaciones peores, una guerra y su correspondiente postguerra. Tiempos de hambruna y escasez. Un tiempo en el que la ciencia no estaba tan avanzada y la tecnología ni tan siquiera existía.
Miedo a lo desconocido. Temor a lo que vendrá después. Nadie tiene la solución mágica y definitiva para terminar con esta incertidumbre. Y lo que me parece más triste de todo, es que después de dos meses de encierro, de parón obligatorio... todavía hay personas "humanas" que se saltan las normas. Será que a pesar de sus habituales apariencias están por encima del bien y del mal. ¿O será la adrenalina que se produce en sus organismos al realizar estos actos de insumisión, lo que les provoca excitación?, ¿les hará sentirse viv@s?. Lo cierto es que como tengo una mente a la que me cuesta controlar, me planteo preguntas como las anteriores; e intento encontrar una explicación medianamente lógica, a lo que observo todos los días mientras paseo.  ¿Porqué en estos momentos en los que se pide colaboración y un cierto respeto hacia el bien común, estas personas, que normalmente tienen vidas rutinarias y aburridas, ahora deciden saltarse las reglas?. 
Los humanos somos la especie más inconsciente, insensible, irresponsable, soberbia... que habita en el Universo. Hace mucho tiempo que dejamos de escuchar las señales que nos envía constantemente la Madre Tierra. 
Intento vislumbrar un rayo de luz cada día en esta situación. Seguramente la hay. Pero entre la avalancha de noticias con las que nos bombardean los medios de comunicación, la cantidad de expert@s  y posibles asesores de las autoridades mundiales, que parece que han brotado de la nada y todas las millones de opiniones y juicios de valor con los que nos disparan a diario, resulta complicado encontrar un momento de paz para clarificar la mente. 
Pienso que nos enfrentamos a algo desconocido para TOD@S. Nadie tiene la certeza sobre cual es la solución al problema y por lo tanto hay que ir haciendo la prueba de ensayo-error. No me gustaría formar parte de ninguno de los grupos que realmente tienen que enfrentarse a la realidad cada día. SI, a esa realidad de tocar el problema con las manos y de tener que ir tomando medidas y decisiones para aplicar en todos los campos (sanitario, económico, financiero, social...); sin saber si lo que vas a proponer o a hacer funcionará o no. Y que realmente, hagas lo que hagas, las críticas te llegarán de todos los frentes. Y que siempre habrá alguien encargado de ponerte palos en las ruedas. 
Así tristemente es una parte de esta sociedad en la que vivimos. Esa sociedad que ahora debería demostrar más que nunca que cree en lo local, en lo comunitario. Pienso que sólo actuando como un TODO y dejando de lado ideologías (esas que andan buscando votos, cuando no es momento de hacerlo) es como encontraremos la solución a lo desconocido. 
Creando conciencia comunitaria, escuchando, opinando pero desde el respeto, compartiendo ideas, remando tod@s en la misma dirección... Sinceramente, me podéis llamar utópica, pero creo que con estos sencillos principios, conseguiríamos dar la vuelta a la situación.
Dejemos de mirarnos al ombligo. Dejemos de creernos más list@s que los demás. Por más que lo creamos, no estamos por encima del bien ni del mal. La especie humana no es más que una infinitésima parte del inmenso UNIVERSO. 

viernes, 20 de marzo de 2020

Reflexiones

Que raros somos los humanos. Habitualmente nos quejamos porque no tenemos tiempo de estar en casa. Ahora que nos toca quedarnos en ella porque no nos queda más remedio, debido a la situación que se está viviendo a escala planetaria, parece que a todos nos gusta eso que, habitualmente odiamos y de lo que nos quejamos: la rutina. ¿Será que nos gusta hacer miles de cosas?, ¿tener el tiempo ocupado hasta el último minuto?, ¿no estar en casa?... 
Me considero una persona dinámica, con ganas y energía, con ideas, proyectos, aficiones... a la que le encanta salir y rodearse de aquellas personas que considero beneficiosas y que están en mi vida. Por supuesto que echo de menos a mis amig@s, el poder quedar con ell@s el fin de semana para tomar una caña, o dos..., echo de menos esos cafés del sábado por la mañana en los que pretendemos arreglar el mundo (decir que por diferentes motivos, hacía ya unas cuantas semanas que no teníamos estas reuniones...quizá sea hora  de ir pensando en retomarlas, aunque sea de forma telemática); echo de menos a mi familia, nunca la distancia se me había hecho tan grande; echo de menos la rutina, el ir de aquí para allá...Por supuesto, soy humana. 
Tengo la sensación de que estoy (estamos) viviendo una película de esas a las que no soy especialmente adicta. Caos planetario, ruedas de prensa de los gobernantes de los países, miles de muertos debido a un virus que hace su aparición en escena de forma inminente y descontrolada... si estuviéramos en el cine, seguramente aparecería algún agente secreto guapísimo que poniendo su vida al servicio de alguien misterioso, conseguiría salvar el mundo en el último minuto. Pero... nada más lejos de la realidad. Es más, creo que en este caso, esta, ha conseguido superar a la ficción. 
De momento creo que lo estoy llevando bien. Estoy acostumbrada a la soledad; con el tiempo me he ido construyendo un espacio en el que soy feliz y me siento a gusto. Me preocupo por mis padres, por mi hijo, por mis amig@s, por mis compañer@s. Me encantaría que esto se acabase ya. Pero no está en mis manos. Procuro no dejarme llevar por el desánimo, ni por la ansiedad. Por supuesto que tengo miedo. Miedo a lo desconocido; miedo a no saber el porqué, ni el como ha aparecido esto. Miedo a lo que vendrá después.
Pero, también pienso que ahora es el momento de tomarnos un tiempo para pensar, para reflexionar sobre el tipo de sociedad que queremos. Creo que deberíamos sacar algo bueno de esta situación. De todas las crisis hay algo que aprender. Reflexionemos en como podemos mejorar; en que cosas queremos cambiar; que podemos aportar cada uno de nosotros como individuos a la sociedad, como nos vamos a comportar con la Madre Tierra. Yo, de hecho, creo que voy a ir anotando todo eso que quiero cambiar en mi día a día, en mi forma de ser. Creo que me voy a tomar esto como un periodo para crecer, si el universo así me lo permite. 
Ojalá esto acabe pronto y podamos volver a encontrarnos en las calles, parques, playas, bares, mercados... pero ojalá en ese reencuentro hayamos crecido como personas y como miembros de un proyecto común, donde el establecer colaboraciones y sinergias no sea considerado como una utopía, y donde la humildad, sea el principal valor de la especie humana.