domingo, 10 de mayo de 2020

Reflexiones, segunda parte.

Y un buen día la humanidad se para.
La naturaleza recupera su lugar en el mundo.
Música que alegra las tardes de confinamiento.
Tiempo para reflexionar.
Introspección.
Miles de preguntas. ¿Qué saldrá de esta situación?. ¿Cambiará la especie humana?. ¿Cambiarán nuestro hábitos?
Fantasmas de la Navidad que vienen a visitarnos, para hacernos mirar hacia atrás, para hacernos mirar en nuestro interior.
Nuestr@s abuel@s vivieron situaciones peores, una guerra y su correspondiente postguerra. Tiempos de hambruna y escasez. Un tiempo en el que la ciencia no estaba tan avanzada y la tecnología ni tan siquiera existía.
Miedo a lo desconocido. Temor a lo que vendrá después. Nadie tiene la solución mágica y definitiva para terminar con esta incertidumbre. Y lo que me parece más triste de todo, es que después de dos meses de encierro, de parón obligatorio... todavía hay personas "humanas" que se saltan las normas. Será que a pesar de sus habituales apariencias están por encima del bien y del mal. ¿O será la adrenalina que se produce en sus organismos al realizar estos actos de insumisión, lo que les provoca excitación?, ¿les hará sentirse viv@s?. Lo cierto es que como tengo una mente a la que me cuesta controlar, me planteo preguntas como las anteriores; e intento encontrar una explicación medianamente lógica, a lo que observo todos los días mientras paseo.  ¿Porqué en estos momentos en los que se pide colaboración y un cierto respeto hacia el bien común, estas personas, que normalmente tienen vidas rutinarias y aburridas, ahora deciden saltarse las reglas?. 
Los humanos somos la especie más inconsciente, insensible, irresponsable, soberbia... que habita en el Universo. Hace mucho tiempo que dejamos de escuchar las señales que nos envía constantemente la Madre Tierra. 
Intento vislumbrar un rayo de luz cada día en esta situación. Seguramente la hay. Pero entre la avalancha de noticias con las que nos bombardean los medios de comunicación, la cantidad de expert@s  y posibles asesores de las autoridades mundiales, que parece que han brotado de la nada y todas las millones de opiniones y juicios de valor con los que nos disparan a diario, resulta complicado encontrar un momento de paz para clarificar la mente. 
Pienso que nos enfrentamos a algo desconocido para TOD@S. Nadie tiene la certeza sobre cual es la solución al problema y por lo tanto hay que ir haciendo la prueba de ensayo-error. No me gustaría formar parte de ninguno de los grupos que realmente tienen que enfrentarse a la realidad cada día. SI, a esa realidad de tocar el problema con las manos y de tener que ir tomando medidas y decisiones para aplicar en todos los campos (sanitario, económico, financiero, social...); sin saber si lo que vas a proponer o a hacer funcionará o no. Y que realmente, hagas lo que hagas, las críticas te llegarán de todos los frentes. Y que siempre habrá alguien encargado de ponerte palos en las ruedas. 
Así tristemente es una parte de esta sociedad en la que vivimos. Esa sociedad que ahora debería demostrar más que nunca que cree en lo local, en lo comunitario. Pienso que sólo actuando como un TODO y dejando de lado ideologías (esas que andan buscando votos, cuando no es momento de hacerlo) es como encontraremos la solución a lo desconocido. 
Creando conciencia comunitaria, escuchando, opinando pero desde el respeto, compartiendo ideas, remando tod@s en la misma dirección... Sinceramente, me podéis llamar utópica, pero creo que con estos sencillos principios, conseguiríamos dar la vuelta a la situación.
Dejemos de mirarnos al ombligo. Dejemos de creernos más list@s que los demás. Por más que lo creamos, no estamos por encima del bien ni del mal. La especie humana no es más que una infinitésima parte del inmenso UNIVERSO.