domingo, 17 de marzo de 2019

El dolor de las lágrimas no lloradas

Era una mañana de un día de finales de invierno. Mientras despertaba después de una larga noche en el mundo de los sueños, sintió el silencio que la envolvía. Abrió las ventanas para dejar que la incipiente luz del día se colase por ellas, e inundara las distintas estancias de su casa. 
Decidió prepararse una humeante taza de café y con ella entre las manos se sentó en su rincón favorito dispuesta a iniciar su jornada; no sin antes, disfrutar de ese mágico momento de introspección. 
Una tenue luz envolvía la habitación. Fuera una espesa niebla lo cubría todo. Parecía como si la naturaleza se resistiera a despertar y quisiera permanecer un instante más en ese estado de letargo invernal. Eso mismo era lo que le pasaba a ella. Esa sensación de adormecimiento, se había instalado hacía ya algún tiempo en su interior. 
Sin saber como, se había acostumbrado a sentirla muy dentro de sí. Era una pieza más de ese puzzle que poco a poco había ido forjando ella misma. 
Había pasado mucho tiempo desde que un inmenso mar de lágrimas inundara sus ojos y su corazón. Pero aún así, parecía que al igual que el largo invierno, el dolor de las lágrimas no lloradas, seguía agazapado en un rincón de su interior. 
A medida que el tiempo pasaba, el sol consiguió su objetivo de espabilar a la naturaleza y hacer que despertara. En ese momento y todavía con la taza entre sus manos, visualizó que serían su fuerza y su luz interior las que conseguirían iluminar, el último rincón en penumbra que todavía quedaba en ella. 

"Un solo rayo de luz es suficiente para despejar muchas sombras"